miércoles, 4 de julio de 2007

¿Fumar o no fumar?

Me confieso fumador y creo que el tema es peliagudo.

Hace unos días cuando transitaba por la calle, algo me llamó poderosamente la atención. En un determinado bar, lucía un cartelón grande, en la puerta de entrada, en el que se decía "se permite fumar".

Si tengo que ser sincero, en ese bar, me sorprendió el reclamo publicitario. Siempre había leído, antes de la Ley, "no se permite fumar". Ahora las cosas han cambiado, y se han invertido los términos, igual que me pasó a mi.

En la mayor parte de las tertulias radiofónicas -además de temas de política- también se aborda el tema de la fumeta. Y por supuesto, hay opiniones diversas. Y se me ocurre pensar, que el tema es de lo más sencillo. Se trata de hacer lo que a uno le apetezca. Claro está, siempre y cuando no perjudique al que tiene a su lado.

Yo fumo. Y lo que tengo muy claro, es que hay mucha gente a la que no gusta que le hagan tragar los malos humos de los demás. Me niego en redondo a perjudicar a mis semejantes. Con más motivo, cuando se dice que inhalar el humo del "otro", te puede repercutir negativamente a tus pulmones, pero reclamo mi pequeña parcela de libertad.

Y ya que estoy con el tema, quisiera contar una anécdota. En cierta ocasión, trabajé en una Empresa, que si tengo que ponerle un nombre, se me ocurre titularla "La Fábrica de humo". Hay recuerdos, que se te quedan grabados en el corazón, como a las reses bravas, con el hierro candente. Tú, intentas que no hagan parada, y que pasen de largo, pero por desgracia, son tan desagradables, que los puñeteros siempre perduran en tu frágil memoria.

Siguiendo con la historia. Trabajábamos en la empresa, cerca de 1.500 personas; de las cuales, fumaba un porcentaje muy elevado, más los clientes, que también fumaban. Los extractores de humo cuando no estaban estropeados, no daban más de sí, y a pesar de que se hacía una gran “caja” que permitía cubrir todo tipo de gastos, no estaban por la labor de modernizarlos, o de arreglarlos. No podías abrir las ventanas, porque no las había y los que intentábamos abrir las puertas de la “Tolva” –yo de aquella no fumaba-, éramos aconsejados por los que fumaban que no lo hiciéramos. No nos dejaban, porque aducían que tenían frío. El ambiente era irrespirable (nunca mejor dicho). La función que yo desempeñaba en esta empresa, tenía vinculación con el público y con los empleados. Mi horario comenzaba a las ocho de la mañana y para el público a las diez, a las doce, la plata donde nos encontrábamos, era una humareda espesa, exagerando un poco. Claro está, que cuando yo después de estar tragando horas de humo, me disponía a llamar por teléfono, con la otra persona, mi mujer, que estaba en el otro lado de la línea, era difícil. La voz, dejaba de ser nítida y clara, y se convertía en un gran vozarrón.

El tema da para mucho, por tanto mejor simplificar, para no hacer de esto la historia interminable. Yo no hacía más que hacer viajes a dirección, para hacer valer mis derechos. Ni santo caso. Se me retornaba de nuevo a mi puesto, con un "o lo tomas o lo dejas". Necesitaba aquel sueldo. Pero hay algo, que está por encima del vil metal. La dignidad, y sobre todo, no permitir bajo ningún concepto, que te exploten. Y así, era como yo me sentía. Explotado, y pisoteado. Y opté por la solución más cómoda callarme. Creo, que no tenía que haberme callado. Tendría que haber ido a Sanidad, y haber denunciado a esta gente, que trataban al personal con una gran falta de consideración, respeto, y lo que es más importante: No nos daban opción a hacer valer nuestros derechos, como personas que somos.

Cuento esta anécdota para decir que estoy completamente de acuerdo la Ley. Y ahora que fumo sigo creyendo en la libertad de las personas, pero sobre todo en el respecto por los demás.

La pregunta ¿fumar o no fumar?... queda en el aire. Todos tenemos derecho a nuestra propia individualidad y libertad. Ahora bien. Hay que saber emplear ambas cosas, e intentar por todos los medios, que hagas lo que hagas, nunca salga el vecino que tienes al lado, perjudicado. La solución es sencilla mátate como quieras pero no perjudiques a los demás.

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